¿Te habrá pasado alguna vez, por esas casualidades misteriosas de la vida, llegar al final del día agotada, sin paciencia para cambiar ni un pañal más, o responder a ningún correo más, sintiéndote un fraude y queriendo que la tierra te trague y te escupa en una playa del caribe?
A mí sí.
De hecho, hace un tiempo tuve un “día de aquellos” memorable y, gracias a él, aprendí una de las lecciones más importantes de mi vida.
No sé si será por “deformación” profesional o porque es parte de mi ADN o es una herencia traída de vidas pasadas, pero en general, suelo reflexionar sobre mi vida y la responsabilidad que tengo por lo que en ella acontece.
Y ese día negro no fue la excepción. Y lo agradezco. ¿Sabes por qué?
Porque al preguntarme cómo fue que había terminado tan agotada y desmotivada, me di cuenta de que la culpa no la tenía el clima, ni el marido, ni el taco, ni el jefe, ni el presidente de turno, ni nadie. La responsabilidad de que ese día aconteciera como aconteció recaía en las elecciones que, lamentablemente, había tomado en piloto automático desde que había despertado: la alarma matutina sonó dejándome el tiempo justo para vestir niños, ducharme en tiempo record, ir a dejarlos al jardín, estresándome por llegar a tiempo a una reunión, con la guata vacía, llenándola luego con un café de mala calidad que encontré en el camino, y así. Podría seguir, pero ya se entendió el punto ¿no?
Mi día era el resultado de una seguidilla de malas elecciones tomadas sin hacerme la pregunta de oro: “¿Esto me nutre? ¿me genera bienestar? ¿esta es la elección más inteligente que puedo hacer?”
Porque para mí, despertar con calma no tiene precio. Comer y sentirme energizada es impagable. Caminar tranquila por las calles sintiendo el aire frío en mi cara es el paraíso. ¡Pero había hecho una serie de elecciones que me llevaban justo por el camino opuesto a mi bienestar!
¿A qué hora pongo el despertador? Justo a la hora que hará que tu mañana sea un caos.
¿Qué desayuno? Nada, y toma un café malo que te hará sentirte tiritona por un buen rato. Bingo.
Sé que esto no es para hacerme el harakiri, porque una golondrina no hace verano, pero esta situación sería grave si ese día no fuera una excepción y, de manera casi imperceptible, se sumaran uno y otro y otro y otro, pasando a ser semanas, tal vez meses o, extremándolo, años.
Diversos estudios realizados por la Universidad de Harvard, demuestran que la mayor parte del tiempo elegimos en piloto automático. Sin ser conscientes de si lo que estamos eligiendo nos agrega valor, nos nutre, nos generar bienestar o no. O sea, cedemos el poder de elegir cómo queremos sentirnos, nos sentamos en el asiento trasero y quien sabe quién se sienta en el del conductor.
A los niños es muy importante ayudarles a reconocer las consecuencias de sus elecciones. Eso los prepara para ganar más autonomía, más responsabilidad y los abre a la posibilidad de cambiar.
Lo mismo aplica para nosotros, “los adultos”.
Pregúntate: ¿Las decisiones que tomas diariamente son en busca de tu felicidad o son sólo para pasar? ¿Son realmente elecciones o vienen desde el piloto automático?
¿Cuál fue tu última decisión en función de buscar la felicidad o bienestar en vez de sólo reaccionar?
Toma elecciones que te lleven en la dirección del bienestar, en las pequeñas acciones cotidianas.
Esto que estoy eligiendo, ¿me aporta? ¿me nutre? ¿me entrega bienestar?
¿Cómo puedes comenzar a hacer mejores elecciones?
Parte por tu rutina mañanera. Desde hace varios años decidí no ver las noticias sino leerlas. Jamás de los jamases entro a las redes sociales como primera cosa del día. Lo primero que hago es lavarme los dientes y la lengua (para eliminar las bacterias que se acumulan allí durante la noche y así no tragármelas de vuelta en el desayuno, ¡puaj!) y luego tomo un vaso de agua con el jugo de medio limón. Elijo partir mi día limpia, tranquila, cuidándome.
Este pequeño ritual me ayuda a comenzar el día cultivando el estado emocional que saca lo mejor de mí. De hecho, un estudio de la Universidad de California demostró que el estado emocional con que comienzas el día, impacta enormemente en los resultados que obtendrás en él.
¿Qué clase de elecciones quieres hacer a partir de hoy? Lidera tu vida hacia lo que te suma. Hacia lo que te genera bienestar. Porque aunque suene cliché, tu vida no es más que la suma de todos los momentos que la componen. Y tú tienes un gran impacto en cómo hacer de esos momentos, momentos que valgan la pena.
Elije ver lo que te inspira.
Elije escuchar lo que te suma.
Elije rodearte de personas que saquen lo mejor de ti.
O elije aquello que no te nutre.
Pero elije.
Con cariño,
Mary
Suscríbete a nuestra lista de correo exclusiva y recibe los articulos más recientes del equipo de WoomUp.