Con el fin de poder disminuir la brecha de género han surgido algunas iniciativas. Por ejemplo, algunos gobiernos europeos han impuesto cuotas mínimas de mujeres en cargos de alta responsabilidad en administraciones públicas, lo cual lamentablemente ha sido erróneamente cuestionadas por parte de algunos grupos al considerarse como acciones discriminatorias que perpetúan una imagen de debilidad de la mujer frente al hombre.
Pero, ¿son estas iniciativas tipo cuotas efectivas y por qué? ¿Qué otras cosas podríamos nosotras mismas como mujeres hacer para ayudarnos a disminuir la brecha de género en altos cargos dentro de las organizaciones?
Existen estudios claros que demuestras empíricamente que para que una cultura o política cambie dentro de una organización, es vital que el actor afectado lidere inicialmente el cambio. Una mujer tiene mucho mayores posibilidades de promulgar políticas y culturas que se ajusten mucho más a sus necesidades. Sin querer ser sexista, los hombres piensan como hombres, y aunque nos quieran apoyar, no saben bien lo que nosotras necesitamos. Aunque nuevamente recalco que siempre pueden haber excepciones. Por lo mismo es vital ser nosotras las que tomamos las decisiones en las empresas.
La igualdad y oportunidades de género dependen casi exclusivamente de nosotras mismas. Si no contamos con unas valientes que se atrevan a desafiar la cultura reinante que impidan que accedamos a altos cargos en organizaciones, es muy poco probable que las cosas cambien. Las cuotas de género son un primer paso para que este cambio se produzca, ya que por lo menos evita la discriminación sexista dentro de las empresas, con el fin de luchar contra una sociedad con altos grados de machismo.
Pero las cuotas son sólo una política transitoria para impulsar los cambios que deben venir de la mano con cambios tanto internos dentro de las organizaciones y externos a nivel de sociedad.
Ya no cabe mucha duda que una mayor flexibilidad por parte de la empresa para aquellas mujeres quieran compatibilizar su rol de madre y profesional, permitiría que más mujeres accedan que a altos cargos. Pero esta flexibilidad no sólo debiera estar enfocada a mujeres, sino que se lograría una mucho mayor igualdad, si ésta también afectara a los hombre. Hoy en días existen muchas familias en las que el hombre no tendría ningún problema en tomar un rol más activo en la crianza de sus hijos ya sea temporalmente o en el largo plazo. Pero lamentablemente, si ya existe poca flexibilidad para las mujeres en este tema, para los hombre es casi nula. Lo que dificulta aún más que madres profesionales accedan a puestos de mayor responsabilidad AUNQUE sus parejas las quisiesen apoyar en esa misión.
Apoyemos iniciativas que sean igualitarias respecto a los derechos sobre la crianza de hombres y mujeres, y admiremos como sociedad aquellos hombres que se atrevan a tomar un rol más activo en la crianza de sus hijos y en su casa, ya que claramente son unos valientes que luchará contra los prejuicios de la sociedad.
No es sorpresa que muchas veces el peor enemigo de las mujeres no son los hombres, sino que nosotras mismas. Muchas veces tenemos poca solidaridad femenina. Nos encanta juzgar a nuestras pares exigiéndoles ser perfectas, las madres, esposas y trabajadoras. Y peor aún, muchas veces condenamos ferozmente a aquellas mujeres que optan por seguir una carrera demandante, a pesar de las dificultades que deben afrontar, tratándolas como malas madres. Y qué decir si es que una mujer decide no tener hijos por tener una carrera.
Apoyémonos entre nosotras mismas y nuestras opciones de vida. En este artículo nos focalizamos al grupo de mujeres que sueñan con tener carreras directivas, pero esto no le quita valor a las otras mujeres que prefieren dedicarse en un 100% a sus hijos o quienes están tranquilas en sus puestos de trabajo menos exigentes y de mayor flexibilidad. Sino que lo importante acá, es que TODAS tengamos las oportunidades y las posibilidades de elegir y que nos apoyemos en estas elecciones.
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